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Un texto que surge a partir de una correspondencia que comenzó con un intercambio de audios pesimistas

  • La Rabia
  • 17 oct
  • 6 Min. de lectura
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Por La Rabia | Metacríticas


Hace poco la página del festival CO-, un festival internacional de cine y pensamiento que visibiliza la creación cooperativa publicó un catálogo de prácticas audiovisuales colectivas ordenadas cronológicamente. Revisándolo, es interesante ver cómo el cuestionamiento a la idea de la autoría ha permitido el surgimiento de distintas metodologías y formas de trabajo; algunas de ellas las descubrimos, sobre la marcha, con La Rabia, con ese empuje que provoca la sensación de descubrir algo por primera vez, aunque realmente muchas otras, estuvieron antes de nosotras. Nos reconocemos en las palabras del Manifiesto del festival: “La autoría es una estrategia, un lugar a pactar; es contextual. [...] Dentro de los proyectos de creación artística esto se hace más evidente, no existe el genio-autor-creador que aporta cosas desde la nada [...] la autoría es siempre un campo, una zona”. 


Nosotras, como muchas otras antes, también escribimos un Manifiesto y decidimos llamarnos La Rabia porque lo que nos movilizaba en ese entonces era el enojo causado por la invisibilidad y la violencia hacia las mujeres en distintas prácticas de la industria cinematográfica: “En un ejercicio de egos y sesgos, los conquistadores han trazado caprichosos mapas de nuestros territorios, con porciones de tierra exacerbadas, otras empequeñecidas. En su afán por trazar límites y fronteras, crearon periferias, segregaron zonas que se tornaron desconocidas. Desconfiamos de esta cartografía colona y es por esto que el ejercicio de búsquedas de cinematografías nacionales tiende a rozar lo quimérico” escribimos en la editorial de nuestro primer número dedicado a cineastas latinoamericanas contemporáneas, eran palabras que acompañaban la creación de un Mapa virtual que reuniera los textos de escritoras de América Latina y el Caribe. Muchas de las fichas del catálogo del festival CO- están escritas en pasado, con las fechas en las que estuvieron en activo: 1975-1986 Colectivo Cine Mujer, 1975-1986 Els QK’s, 1975-Actualidad Iris Films.  


Nos negamos a escribir en pasado, a hacer “la ficha” de La Rabia, pero si existiera sería algo así: La Rabia —¿fue?— un colectivo fundado en 2021 por Valentina Vignardi, de Argentina y Karina Solórzano, de México, a las que se sumaron la argentina Candelaria Carreño y Alexandra Vázquez, de Paraguay. Como colectivo, se interesaron por el cine latinoamericano dirigido por mujeres y por la escritura sobre cine. En sus años en activo dieron talleres de crítica cinematográfica y publicaron distintos dossieres temáticos, realizados a partir de convocatorias abiertas en donde recopilaron exploraciones alrededor de temas como la maternidad, el deseo y el territorio. En sus últimos números, además, invitaron a críticas, cineastas y programadoras a reflexionar sobre sus prácticas, mediante entrevistas o mediante escritos donde compartían su mirada y experiencia. 


Pero tal vez las fichas sólo sirven para la historiografía y los mapas de rutas, como los que intentamos trazar también nosotras. Tal vez La Rabia puede narrarse desde textos no oficiales, como una correspondencia surgida a raíz de unos audios de WhatsApp pesimistas o desde esta invitación de Sara y Rosa, las que también tienen un Manifiesto que dice: “Al asumir la tarea de la crítica, debemos mirar al mundo con curiosidad, como niñas y niñes que lo descubren y redescubren, no de manera inocente, claro, sino cuestionadora”. Nosotras nos reconocemos en esa forma de mirar cuestionadora.


Una ficha no oficial sobre La Rabia incluiría algunas de las preocupaciones que nos hemos intercambiado en cartas, esos textos no oficiales. Entre las temáticas que surgieron en el intercambio epistolar, varias giraban en torno a publicar y escribir sobre cine en la región: la vulnerabilidad de espacios colectivos –como La Rabia–  marcados por la fragilidad autogestiva, inmersos en un contexto que no está exento del (nuevo) avance de derechas extremas, que afectan lo económico, lo mental y lo emocional, y profundizan una crisis laboral que se manifiesta de manera particular en cada territorio. Atravesadas por el estado de las cosas –elegir entre escribir y editar o trabajar para pagar la comida, el alquiler y la vida no es del todo una opción– sumado a ciertas prácticas endogámicas y expulsivas del medio, se configura el actual estado de indefinición permanente del proyecto. En nuestras cartas, no exentas de pesimismo -de allí viene el título inicial de este texto- sentimos a La Rabia alojada en un éter no identificable, mientras nos quedamos rumiando y masticando una ausencia que ronda en todo el cuerpo. 


En nuestras correspondencias pesimistas, identificamos también algunas lógicas del mismo sistema de legitimación que nos contiene, contradicciones propias de todo circuito artístico. Ciertas maneras de funcionar del mundo de la crítica y de la programación, por más que se proclamen en contra, tienen puntos de contacto con la lógica exitista y meritocrática del capital. A veces rozan con la promulgación del triunfo individual, que a su vez se termina encerrando en la lógica del nicho endogámico donde la discusión y el espacio real de apertura con los otros resulta algo cada vez más complejo y prima el resaltar por sobre el resto. 


Desde La Rabia, siempre intentamos poder sortear, en la medida que estaba a nuestro alcance, esas cuestiones: escribir de manera colectiva e incentivar ese tipo de escritura en nuestros talleres, armar convocatorias abiertas donde se abriera el juego a todos y todas los que desearan escribir sobre alguna temática, no ir tras la lógica de los estrenos, ni cubrir festivales. El hecho de sentirnos un poco ajenas, como espacio que se reconoce feminista, nos ha hecho reflexionar sobre los puntos de contacto con otros proyectos de crítica de cine. En este punto, saber de la existencia de Sara y Rosa, con quienes nos sentimos hermanadas en la propuesta y perspectiva, nos reconforta. Transitar senderos afines, seguir pensando desde los márgenes, nos mantiene activas, en alerta.


Otra de las cuestiones importantes pensadas hacia el pasado de La Rabia tiene que ver con su historicidad, con el momento en el que surgió la revista virtual. La Rabia nace en pleno apogeo de “la última ola” (una propuesta conceptual que, pese a que no termina de convencernos, la utilizamos para describir el último grito colectivo del movimiento de mujeres y disidencias) una ola que, creemos, desde Latinoamérica y en el período post-pandemia de la COVID-19 fue menguando. A algunas de nosotras nos hizo replantearnos ciertas metodologías de la lucha del feminismo, trastocando el rompecabezas de la propia identidad. Nos preguntamos por cómo formar y sostener hogares, trabajos, relaciones de pareja y relaciones de amistad entre las crisis del presente, en cómo encontrar espacios para la escritura entre los trabajos domésticos, en cómo encontrar las ganas para la propia escritura.


Hay intercambios que no se dan en espacios formalizados, como las correspondencias que dieron forma a este texto.Transitar miradas con perspectiva de género es trazar senderos desde el margen que, en el mejor de los casos, producen bifurcaciones de los caminos centrales. Prestar atención a lo que se produce allí, siempre resulta provechoso. En nuestros intercambios epistolares surgieron imágenes como la de producir un pensamiento desde la cocina: ese espacio de la casa que evoca un gesto akermaniano, encarnado en el letargo cotidiano de Jeanne Dielman y que siempre parece estar cocinándose desde la habitación del fondo. A sus tiempos, a su ritmo, seguimos cocinando el pensamiento habitando los márgenes, procurando enlazar desde las micropolíticas afectivas, aquello que nos urge seguir pensando. En esos márgenes también ahondamos cuando caminamos hacia atrás y pensamos en una historia del cine que ha dejado, en las habitaciones del fondo, al costado del camino central, nombres y filmografías de muchas de nuestras cineastas –y también, de nuestras críticas de cine–. Por eso creemos que aventurar nuevas formas de vinculación de películas existentes de nuestro pasado como también el rescate de nombres olvidados, es fundamental para pensar nuestro presente. Sobre esas hendiduras quisimos trazar un recorrido desde La Rabia


Las respuestas pueden ser más o menos pesimistas. Del lado del optimismo hay algunas películas (de cineastas latinoamericanas contemporáneas, como ese primer dossier de La Rabia) que aventuran respuestas. En Todo documento de civilización  (2024) de la cineasta argentina Tatiana Mazú resuenan las palabras que el filósofo alemán Walter Benjamin escribió en Sobre el concepto de historia. “No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie” refiriéndose a que todos los grandes avances del progreso con sus monumentos arquitectónicos y sus manifestaciones artísticas como música, arte o pintura no pueden separarse de las condiciones de violencia, opresión o exclusión que permitieron su creación. Pero en el pensamiento de Benjamin, como en el cine de Mazú, también hay espacio para el optimismo, para pensar en esa línea cronológica que atraviesa el rigor de las historias oficiales; ríos como herencias.

 

En un momento de la película de Mazú escuchamos las palabras de los chicos que siguen manifestándose cada año para recordar la desaparición de Luciano Arruga y nosotras recordamos las palabras de Benjamin sobre la infancia en Programa de un teatro infantil proletario: “Lo verdaderamente revolucionario no es la propaganda ideológica que aquí y allá nos incita a acciones claramente irrealizables y se deshace a la primera reflexión, al salir del teatro. Lo verdaderamente revolucionario es la señal secreta de lo venidero que se expresa en el gesto de la infancia”. Para esos chicos es el mañana, para ellos es el fuego revolucionario. Y para todas las descendientes de Sara y Rosa; Chantal, María Luisa, y Rosa Martha, el cine del mañana. 


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